top of page

I HAVE A DREAM




Cuando regresé de Argentina en 2019, una idea empezó a tomar forma y pronto se convirtió en mi mayor sueño: vivir fuera de mi país.

Días después, iniciaron los preparativos para realizar un intercambio académico. Después de ese viaje, tuve la certeza de que salir del país era lo que realmente deseaba. Salir y descubrir. Salir y aprender. Salir y no volver

Después de un año de estar construyendo y organizando este proyecto, el día de partir había llegado. Recuerdo aún el día que aterrice en Madrid, bajando las escaleras del aeropuerto Barajas para tomar el metro hasta Nuevos Ministerios y hacer el cambio hasta Tirso de Molina. Esos primeros meses me hospedé en el barrio de Las Letras, en el piso de una amiga madrileña que había conocido en Argentina, y que muy amablemente de su parte me había acogido.

Mi primer alquiler de piso lo tuve en el barrio de Lavapiés, pensaba que el barrio llevaba ese nombre porque su población era de ascendencia india y subsahariana. No llevaban sus pies descalzos, pero aún vestían con sus prendas de origen, y cada restaurante con su olor peculiar me hacía pensar en eso. Sin duda, un barrio multicultural y que al día de hoy conserva esa esencia. 

Pasado tres meses del año, llega la pandemia, y nos confinan. Mis amigos volvían a Colombia, Italia, Francia, y a cada uno a sus respectivos destinos, tal y como el paso de los días lo permitían. Yo decidí quedarme. Lo tenía claro, tenía una meta por cumplir. Las clases online, el hacer ejercicio en casa, y las videollamadas con familia y amigos eran el pan de cada día.

Para mí, hubiera sido un buen año a pesar de ver cómo el mundo entero se paraliza, donde dejamos la rutina a un lado, y todo es parte de la nueva normalidad que estuvimos viviendo durante los meses siguientes. Mascarillas, geles hidroalcohólicos, horas para ir al mercado. Hasta que la noticia del fallecimiento de mis abuelos maternos llena mis titulares. Su partida tan inesperada deja que todos los problemas del exterior se minimicen. Había cosas que no entendía, cosas que aún hoy en día no puedo entender. Cómo dolía no darles una despedida, y como dolía no poder acompañar a mamá.

Decidí mudarme a Toledo por unos meses con la intención de ahorrar un poco. Me levantaba muy temprano para tomar el autobús hacia Madrid, y de ahí el metro hasta Moncloa, donde finalmente abordaba el bus 627 o 623 rumbo a la universidad en Villafranca del Castillo. Aquel segundo trimestre de 2020, todavía afectada por la tristeza tras la partida de mis abuelos, ellos también me dejaron un gran motivo para seguir adelante. Continué estudiando y buscando mis prácticas académicas. Ese año lo cerré junto a una de las personas que más quiero y admiro en este mundo: mi hermano. Él, quien reside en Oslo, y cuyos pasos he seguido, me ha enseñado a ser perseverante. Oslo, siempre nos ha brindado momentos felices, pero aquella navidad fue, sin duda, especial.

Comenzando el 2021, ya había vuelto a Madrid. Me mude en la calle Sagrados Corazones, por el metro de Alto de Extremadura. En marzo, me gradué como politóloga. Recuerdo sostener mi diploma a través de la pantalla de mi celular, y en los días siguientes hacer la videollamada con mis papás sosteniendo ese cartón de 50x30 que compartía también con ellos. Durante ese tiempo, ya empezaba con el Experto en Liderazgo, estaba emocionada por seguir preparándome, pero estaba aún más emocionada porque podía seguir viviendo mi sueño, de poder respirar Madrid, tomar el tren o el metro, comer tortilla de patata, tomar un vino o una cerveza con mis amigos, regresar a pie a casa cayendo la noche. 

A pocos meses, ya empecé con una de las primeras “crisis migratorias” que puede experimentar cualquier migrante promedio de 21 años, recién graduado de la universidad. ¿Qué voy a hacer ahora? Tengo que encontrar trabajo.No estoy haciendo nada por mi vida. Y muchos pensamientos más de ese tipo. Pero, por mi mente jamás pasó, y sigue sin pasar, la idea de volver. De volver e intentarlo allá. No me pregunte el por qué.

Mi hermano y yo hemos compartido, a lo largo del tiempo, el mismo sentimiento de salir adelante. Entendíamos el gran esfuerzo que realizaban nuestros padres y que, hoy en día, aún continúan haciendo. Sentíamos la necesidad de devolverles, de alguna u otra forma, todo lo que habían hecho por nosotros. Lo más curioso de esta historia es que ellos solo desean vernos felices y cumpliendo nuestros sueños. Era un peso que ambos nos habíamos impuesto, reforzado por lo que todos en el exterior afirmaban.

Así pues, muchas personas no entendían la situación y empezaban a opinar sobre lo que debía hacer: familiares, amigos y personas cercanas a mí. Fue en ese momento cuando conocí una parte de mí misma. Una yo perdida, una yo valiente, una yo persistente y, en ocasiones, un poco soberbia. Callar los comentarios externos en mi mente siempre ha sido difícil, especialmente cuando ni yo misma tenía claro lo que quería. Anhelaba construir una vida de la que esperaba que todo saliera perfecto, a pesar de que nada realmente lo es. Mi ego a veces me decía que no podía, pero al mismo tiempo me empujaba a seguir adelante. Era increíble.

Sin mayor pronóstico, decido regresar a Colombia un par de meses, solo con la condición de recargar un poco las energías y con el salvavidas de que pronto me aceptarían en el Master. Justo al aterrizar en el Ernesto Cortissoz en barranquilla, con su gente colorida, alegre y simpática, y con el fogaje de esa tarde, mi papá me recoge con un ramo de flores, como siempre solía hacer al yo llegar de cualquier destino, y nos abrazamos fuertemente, y ya no importaba nada más. Al llegar a casa tenía la carta de aceptación en mi correo. 

Volví a Madrid en octubre, justo un mes después de mi cumpleaños. Cuando volví, tenía el alma recargada, sabía que quería hacer cambios en mi vida. El primer año de mi intercambio, aún estando más joven de lo que estaba en ese entonces, decidí disfrutar mucho. Fiestas, nuevos amigos, nuevos lugares. Ya al volver entendía la seriedad y construía la madurez necesaria para saber que ese sueño que tenía, era mucho más de lo que yo imaginaba. Burocracia. Papeles. Ser migrante no era tarea fácil.

Ese diciembre lo pasé en Colombia. Esa fue mi última navidad en mi casa, en la casa de mis padres. Ya hace cuatro años de eso. Aquella navidad decido no volver a Colombia hasta no tener mis papeles en orden. No podía permitirme seguir poniendo en riesgo ese sueño. Es algo que nadie puede entender si no lo ha vivido.

Cuando llegué había conseguido mi habitación en Calle Francisco Silvela, mi habitación que ya deje hace un par de días con muchos recuerdos. Ya más que empezado el Máster decidí que me enfocaría total y absolutamente en ello y sería la mejor. Y lo fui. Excelentes notas, mucho aprendizaje, y grandes compañeros de quien hoy en día aún tengo contacto. Sabía que pronto tendría que trabajar, y que algo tendría que aparecer. Durante ese tiempo, mi vida personal estuvo llena de muchos altibajos. Amigos que ya no lo eran, otros que sí. Ahora entiendo que también era parte de mi proceso. Cómo iba dejando personas de mi vida, quienes me habían regalado lecciones, y supongo que yo también a ellos. Otras de las que aún tengo en mi vida, y me llenan de mucha felicidad.

En la noche del 31 de marzo, recibí la noticia de que ya no estabas. Italia María de Meza, que a sus 92 años partía de nuestras vidas. Sabía pocas cosas de ti, y te recordaba mucho menos desde que te enfermaste. Papá dice que me parezco en muchas cosas a ti. Sabía lo que él sufría al verte así. Nunca te conocí como los demás pero tu recuerdo estará por siempre conmigo. Tatuado en mi piel. Para siempre. Contigo.

Las navidades del 2022, las paso con una gran amiga. Para ambas fueron unas navidades especiales, ambas lejos de casa, ambas con el mismo sueño. Yo residiendo en Madrid, y ella en Alemania. Yo llevaba un año de ventaja en la vida como migrante, pero el sentimiento era el mismo, palpable. ¿Por qué nadie nos habla de esto? De todo lo que quieres hacer y a veces parece imposible, de lo que extrañas todos los días y aún así decides quedarte sol@ porque te fuiste, ya no estás. La vida sigue su rumbo, igual que tú. Personalmente, lo más desafiante que había podido experimentar como migrante hasta ese momento fue todo lo relacionado con documentación y trámites, el proceso de visa y permisos es lento en ocasiones, y la meta final de ser residente era complicada y estresante, pero tú tenías que seguir viviendo.

En ese tiempo viajaba, y me llenaba de experiencias. Mi mente nunca había estado en pausa, siempre pensando el siguiente paso de lo que debía hacer por permanecer en Madrid. Ya mi sueño, se había convertido en todo un plan de vida con fechas, horas y papeles, muchos papeles. 

Para el grado del Máster, 2023,  otra vez me encontraba en la misma posición que hace un año atrás cuando salí de mi primer diploma. Totalmente perdida. Ahora, no era porque no sabía qué hacer, sino porque sabía y no tenía las agallas suficientes, o para mejor describirlo, la confianza suficiente en mí para empezar hacer lo que me gusta profesionalmente. Ahora me doy cuenta de las oportunidades que perdí por no confiar en mis habilidades y tener miedo a intentar algunas cosas. Este blog es un gran ejemplo de ello. Y aquí, mi segunda experiencia desafiante como migrante, inserción laboral que se fue convirtiendo en inseguridad laboral. ¿Quién era yo hasta el momento, si lo único que me importaba era mi carrera y mi residencia en España?

También es cierto, que muchos de los planes que no pude realizar en ese momento, fue por falta de no ser quien quería, o más bien debía ser, no era residente de este país. Pasaba a ser una tercera opción de vacante a un puesto. Con experiencia, con muchas ganas de aprender, pero sin ninguna posibilidad de entrar. Nadie apostaba por mí, así que eventualmente empecé a sentar cabeza sobre mis opciones profesionales.

En Marzo, empiezo a trabajar. No podía creerlo. Lo había conseguido, pero aún faltaban cosas. ¿Por qué nadie me habló de disfrutar el presente? En ese tiempo trabajando, tanto mi vida profesional como mi vida personal se estaba ajustando. No hay otra forma de decirlo. Se estaba ajustando. Aprendía, ganaba, perdía, reía, lloraba. Gente entraba y salía de mi vida.

Para las navidades del 2023, mis papás decidieron venir, más que todo porque veían que no regresaba, ya mamá no podía pasar otro año sin verme, y mi papá aunque es el más fuerte de todos, sabía que me pensaba todos los días. Como amo la Navidad. Puedo tener mil problemas en el año, que llega diciembre y se me olvida todo. Hago como un barrido de los malos recuerdos, y simplemente vivo ahí y el ahora. Ojalá alguien me hubiera dicho algo antes sobre mi manera de sobrepensar todo y no disfrutar de las cosas en su momento. Y lo más importante, no olvidarme de mi.  Viajamos, comimos y reímos sin parar. Después de tres años sin verlos, sé que tanto para ellos como para mí, fue extraño reconocernos, reencontrarnos . 

Para enero de 2024, continuaba trabajando, y eso me generaba alegría, más que nada porque iba a cumplir mi sueño, iba a estar tranquila al tener mi residencia. Al fin, ya iba a dejar de ser esclava de ese sistema. Podía vivir tranquila. 

Al cumplir el año en la empresa me niegan mis papeles para poder trabajar. No entendía nada. Mi primera reacción fue reírme. Recuerdo salir de mi cuarto, llamar a mi prima, salir a las escaleras y contarle, mientras me reía. Estaba completa y rotundamente paralizada. Por no decir otra cosa.

Para cuando escribo esto, se cumplen ya nueve meses de esa noticia. La crisis profesional que sentía, la necesidad de echarme la culpa por todo lo que había pasado. ¿Por qué había decidido ser politóloga? ¿Que acaso no podía hacer otra cosa? ¿Y si mejor hubiera hecho esto de esta forma? ¿Pero por qué? ¿Qué hice mal?...

Nadie ha de entender este sentimiento si alguna vez no lo experimenta. Nadie ha podido entenderlo incluso si lo trato de comunicar. Porque como siempre cada persona es un mundo. Y mi mundo era poder trabajar. Dedicarme a esto que tanto me gusta, en el lugar que tanto me gusta. Porque a nadie nunca le había importado tanto sentirse tan bien consigo misma que incluso su vida giraba en torno a ello.

Error. Gran error de mi parte que mi personalidad se basará en que tan lejos podía llegar profesionalmente, y que para ese entonces mi vida se basaba en trabajar para poder conseguir los papeles y por fin estar tranquila con todo. ¿Por fin estaré tranquila? ¿Ya ven a lo quiero llegar?

Habían pasado cuatro años y aún no tenía ni idea de nada. No podía llegar donde quería, dejando mi vida en pausa por un sueño. Un sueño que sigue latente y que pienso culminar. Pero ¿En dónde estaba yo?

Nadie podía sacarme de ese bucle más que yo misma. Esto para mucha gente parece una gran y absoluta idiotez. Tampoco nos tenemos que justificar sobre cómo cada uno vive su proceso. Soy consciente de las injusticias tan grandes que tiene este mundo hiper globalizado, un poco corrupto y dañado. La cantidad de población migrante que muchos países reciben, y más en los últimos años, y de lo ahora llaman crisis migratorias. Creanme que lo sé. Y con mayor razón mi rabia, mi soberbia y mi decepción.

Como todo siempre, la vida se encarga de ponernos a las personas indicadas  justo en el momento que las necesitamos. Y nos ayudan a sanar las heridas que nosotros en ocasiones nos creamos.

Todo esto nos lleva al presente. Luego de pasada la tormenta, hoy en día me he encargado de cuidarme, priorizarme y sobre todo disfrutar. Reconocer mis logros aún cuando sean pequeños. Y como mi sueño continúa, y  tras varias noches de dormir en el sofás de mis espectaculares amigas, levantándome con lágrimas en los ojos llena de nostalgia, ahora que escribo esto faltan pocos días para dejar Madrid y mudarme a Italia. 

Hasta aquí nos ha llevado mi sueño.

Aprendí de que las cosas se ajustan, y que no puedes anticiparse a muchas cosas que pasan, cosas que pasan rápido y sin aviso. Incluso si las planificas y te llenas de planes. Acá lo importante no es lo inesperado que lleguen, ni que sucedan, sino, de vivir cada proceso y centrarte en el ahora, y en tí. 

Cuando pueda volver y seguir encontrando un hueco de vida en Madrid, sabré con todas mis fuerzas que me lo merezco y no dudaré de ello. Le doy gracias a la vida y sus vueltas por hacerme llegar donde estoy ahora, y por los nuevos recuerdos que construiré durante estos meses siguientes en Italia. Espero que cada experiencia vivida me acerque más a mi esencia y me permita seguir creciendo. Estoy emocionada por lo que vendrá y por todas las historias que aún me quedan por contar.

¿Acaso es cierto que todos los caminos te llevan a Roma?

Recuerda siempre saber lo que vales y añadirle los impuestos. 

Yo tengo un sueño. Un sueño que sigo viviendo. Un sueño que me trajo a una pequeña comuna.

Un sueño que ahora llevo a Italia.

Contigo.


 
 
 

1 Comment


Javerluis30
Oct 08, 2024

Hermoso hija

Like

Political Science

  • Twitter
  • LinkedIn
  • Instagram

©2022 por laurameza99. Creado con Wix.com

bottom of page