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Trump: un liderazgo populista que desafía la democracia estadounidense



Aún no han transcurrido cien días de gobierno y el recién reelegido presidente Donald Trump ya ha convertido el rencor en su herramienta más efectiva de comunicación política. ¿Nos sorprende? En absoluto. En apenas una semana, ha dejado en claro al mundo su postura frente a los migrantes, el cambio climático y otros temas clave. Su estrategia política, aunque contundente, se basa en un liderazgo populista y personalista, con rasgos autocráticos evidentes en sus acciones de gobierno.


1.⁠ ⁠La retórica del “nosotros contra ellos”: Trump se presenta como el “defensor” del pueblo estadounidense, aunque en realidad protege los intereses de una élite política y mediática, mientras señala como enemigos a los migrantes y otros grupos. Su comunicación es directa y simplificada, evitando los canales institucionales tradicionales. Mediante discursos, anuncios políticos y redes sociales, transmite mensajes emocionales y nacionalistas, reforzando su lema: “Make America Great Again”. En términos políticos, su discurso antiinmigrante le ha asegurado el respaldo de sectores conservadores y de la clase trabajadora blanca, que lo ven como un escudo contra el descontrol migratorio.


2.⁠ ⁠Un liderazgo personalista: “conmigo o contra mí”: Trump concentra el poder en su figura, minimizando el rol de las instituciones y asesores. Se rodea de leales y castiga a quienes se apartan de su línea, como lo demuestra el reciente episodio de las deportaciones de colombianos, acompañado del tenso enfrentamiento entre el presidente Petro y su gobierno. Su liderazgo no depende de una estructura partidista tradicional, sino de su carisma y control absoluto sobre su movimiento político.


3.⁠ ⁠Ataques a las instituciones y a la prensa: Trump ha demostrado una tendencia recurrente a deslegitimar instituciones independientes, como el poder judicial, los medios de comunicación y los organismos de control. Un claro ejemplo ocurrió el 17 de febrero de 2017, cuando calificó a varios medios como “el enemigo del pueblo”. Ese día, publicó en X (antes Twitter): “Los medios fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo estadounidense”. Su estrategia ha consistido en desacreditar a cadenas como The New York Times, NBC News y ABC, acusándolas de difundir información falsa para perjudicar su imagen.


4.⁠ ⁠Cuestionamiento de los procesos democráticos: Trump ha puesto en duda la legitimidad de los procesos democráticos cuando no le favorecen. En noviembre de 2020, tras la victoria de Joe Biden, se negó a aceptar los resultados. Su discurso se radicalizó: acusó a la élite gobernante de “robarle” la presidencia y promovió la teoría del fraude electoral. Esto culminó con su llamado a sus seguidores a tomar el Capitolio el 6 de enero de 2021. Desde entonces, ha trabajado para regresar a la Casa Blanca, buscando gobernar por decreto y reducir los contrapesos institucionales en EE.UU.


Estados Unidos, una de las principales potencias económicas y democráticas del mundo, tiene como mandatario a un líder que combina populismo, personalismo y tendencias autoritarias. Aunque opera dentro de un marco democrático consolidado, sus estrategias comunicativas han avivado la polarización y el odio como no se veía en décadas. A pesar de operar dentro de una democracia consolidada, sus estrategias han profundizado la polarización política y social en Estados Unidos, avivando el descontento y la confrontación a niveles no vistos en décadas.


El liderazgo de Trump plantea un desafío para la democracia estadounidense y para el mundo en general. Su estilo de comunicación basado en el enfrentamiento y la deslegitimación de las instituciones ha demostrado ser eficaz para movilizar a sus seguidores, pero también ha deteriorado la confianza en el sistema democrático.


Como ciudadanos, es fundamental cuestionarnos: ¿Hasta qué punto un líder puede moldear la percepción de la realidad a través de su discurso? ¿Qué tan vulnerables son las democracias ante el auge del populismo y el personalismo? La historia nos ha enseñado que el poder sin contrapesos puede conducir al desgaste de los valores democráticos. La clave está en la participación, el pensamiento crítico y la defensa de instituciones que garanticen la estabilidad y los derechos fundamentales de todos.

 
 
 

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